domingo, 27 de abril de 2014

Que soy pequeñita, sí, pero puedo llenar mucho.

A nadie le gustan los vacíos. No entiendo por qué, son espacios que puedes llenar con cosas que te gustan. Por ejemplo, las sonrisas, sonrisas grandes y plenas, con carcajadas de por medio y, por qué no, el aire que cogemos después de cada una de ellas. Una mirada cómplice, otra asesina y quizás una con pena. Una broma, un chiste, un cumplido, el pique con un amigo. ¿Cuántas cosas más nos caben? Pues depende del vacío. Y sí, los vacíos a veces duelen. Pero, ¿y lo bonito que es volver a llenarlos? No sé tú, pero con cada vacío aprendo a valorar más las cosas con las que lo lleno. Una persona que está a tu lado, cuando te caes, esa que se ríe primero y te ayuda después. Esa que hace que te rías de tu propia caída, aunque haya dolido. Esa te ayuda a llenar el vacío, te regala sonrisas, carcajadas, te proporciona lo que a ti te falta. Te llena los vacíos. En mi caso, soy de lo más afortunado, me rodeo de unas cuantas personitas así. Que por grande que sea el vacío, me ayudan a llenarlo. No sé, gracias, supongo. Espero algún día ser la que ayude a llenar vuestros vacíos, me meto yo si hiciera falta. Que soy pequeñita, sí, pero puedo llenar mucho.