domingo, 26 de mayo de 2013

¿Qué es felicidad?

Felicidad es sonreír hasta que duela. Notar cómo brillan tus ojos al pensar en él. Ese escalofrío que te recorre las venas, hasta el corazón. Sentir cómo éste explota dentro de ti, como si no tuviera más sitio para crecer. Llorar sin que te duelan las lágrimas, porque son gotas sonrientes, gotas felices. Quizás es la forma que tiene el corazón de salir, de explotar. Cuando explota de tristeza las lágrimas son amargas, recorren tu mejilla como en una carrera hacia la nada. Cuando explota de alegría, son lágrimas felices, lágrimas recogidas por una mano atenta que las seca de una caricia, una mano que ansío encontrar. Una mano que, hasta que no tenga más remedio, sustituiré con la mía. Porque nadie me quiere más de lo que yo a mi misma, porque he aprendido a hacerlo, a quererme, a protegerme, a cuidarme, como quiero que algún día alguien lo haga por mi. Porque... ¿sabes? si no te cuidas tú, no esperes que nadie lo haga.
Felicidad es sonreír hasta que duela. Sonreírle al espejo, sonreírte a ti misma. Sonreír sin motivo o con cientos de ellos. En eso consiste la felicidad, en guardar lo malo en un bote aparte y sacar lo bueno a pasear. Porque, no sé dónde estará la mía, pero, mientras tanto, la simulo hasta que llegue y sea plena.

sábado, 4 de mayo de 2013

Cómo saber si son buenos días.



Despiertas, le buscas, no está. Era todo un sueño, otro día más. Encuentras tu peluche, lo abrazas. Tiene que estar cansado de recibir abrazos que no tienen su nombre, que no son para él. Abres los ojos, oriéntate. El móvil. Necesito saber de él. ¿Me habrá dado los buenos días? ¿Estará despierto ya?

Con un ojo apenas abierto, desbloqueas el móvil. Tres mensajes. "Por favor, que sea él. Por favor". Esas tristes líneas en una pantalla de 8x16 que aportan tanto sin ser apenas nada. Datos, colores, información. Te aportan algo más, sentimientos.

Sí, es él. Sonríes antes incluso de leerlo. Vamos a ver qué ha puesto. —"Buenos días amor. Espero que hayas dormido bien"— Todo adornado con corazones. Qué tierno. Cierras los ojos. No sabes si duele o te gusta, no sabes si sufres o disfrutas. Es duro. Tengo que responder. Me salen solas las palabras. Espera, borra eso, que deja ver que le quieres demasiado, tienes que hacerte la dura. Hmm, muy soso, añade un corazón. Listo.

Ojalá estuviera allí para ver si he conseguido hacerle sonreír. Qué triste. Para él soy solo palabras, mientras en realidad estoy aquí, tirada en la cama abrazando un peluche que en cuanto cierro los ojos coge su forma. Pero un peluche no sabe devolver un abrazo. Y unas líneas no son sólo palabras. Y estas letras no sirven para nada.