domingo, 14 de abril de 2013

No empieces algo que no puedas terminar.

Llega el momento en el que piensas por qué no paraste hace tiempo con esto. Que cuando sufres te planteas si merece la pena o no. Duele. Mucho. Demasiado. ¿Se puede llorar por alguien a quien no conoces? ¿Se le puede considerar a eso llorar? Es todo una ilusión. Nunca ha existido. No has rozado su piel, no has sentido sus brazos contra ti, no has mirado sus ojos. No existe. Está todo en tu mente. Cada sensación, cada suspiro. Todo palabras. Palabras vacías. Palabras que no significan nada hasta que se conviertan en gestos, en actos. ¿Y cuándo será eso? No lo sé. Puede que en un mes, puede que en dos, puede que nunca. Pero no llevas tanto tiempo sufriendo en vano. No vas a tirar todo por la borda. No va a haber sido para nada. Esas palabras vacías, huecas de carne y llenas de sentimiento, esas se van a hacer realidad. Eso es lo que te mantiene en pie. Lo que te hace seguir adelante. Perdóname si te digo que aunque sea una completa estupidez, tienes que conseguirlo. Así que ahora, sécate las lágrimas y vuelve a querer. Esto no ha terminado. Queda mucho, muchísimo por vivir. Muchas palabras vacías que prometer. Muchos hechos que cumplir. No empieces algo que no puedas terminar.

No me obligues a leerte.

No me preguntes por qué, aquí me tienes. Un día más en el paraiso.


Ultimamente siento mucho odio. Odio hacia mis manos por no poder abarcar todo lo que quiero; odio hacia mis ojos por no poder mirar otros; odio hacia mis lágrimas por salir a pasear; odio hacia mi sonrisa por ponerse a bailar. Ya basta.

Parece una jodida broma, soy un cócktel de sentimientos listo para explotar. Ahora estoy contenta, ahora me da por odiar, ahora te echo de menos y luego ni siquiera te querré hablar. No sé ni por qué siento lo que siento, no sé cómo he llegado a esto. Un punto de no retorno en el bucle que parece ser mi vida. Una puerta cerrada de la cual no tengo la llave. Quiero cruzar, pero no llego. No alcanzo. Salto y salto, y sueño con saltar más alto, pero no puedo llegar. En cada salto pierdo un poquito de fe, pero cada vez que sueño que estoy más alto, la recupero fortalecida.

Me autodestruyo. Me inflijo dolor para disfrutar con la cura. Yonki del dolor. Del sufrir. Del llorar. Yonki de la mierda.

¿Qué? No lo sé. ¿Para qué? Tampoco. Solo sé que lo que quiero no lo tengo y lo que tengo no lo quiero.

Hasta otra, hasta siempre.